Algunos consejos para los actores:
"Te ruego que recites el pasaje tal como lo he declamado yo, con soltura y naturalidad, pues si lo haces a voz en grito, como acostumbran muchos de vuestros actores, valdría más que diera mis versos a que los voceara el pregonero. Guárdate también de aserrar demasiado el aire, así, con la mano. Moderación en todo, pues hasta en medio del mismo torrente, tempestad y aún podría decir torbellino de tu pasión, debes tener y mostrar aquella templanza que hace suave y elegante la expresión. ¡Oh!, me hiere el alma oír a un robusto jayán con su enorme peluca desgarrar una pasión hasta convertirla en jirones y verdaderos guiñapos, hendiendo los oídos de los mosqueteros, que, por lo general, son incapaces de apreciar otra cosa que incomprensibles pantomimas y barullo. De buena gana mandaría azotar a ese energúmeno por exagerar el tipo de Termagante. ¡Esto es ser más herodista que Herodes! ¡Evítalo tú, por favor!
No seas tampoco demasiado tímido; en esto tu propia discreción debe guiarte. Que la acción corresponda a la palabra y la palabra a la acción, poniendo especial cuidado en no traspasar los límites de la sencillez de la naturaleza, porque todo lo que a ella se opone, se aparta igualmente del propio fin del arte dramático, cuyo objeto, tanto en su origen como en los tiempos que corren, ha sido y es presentar, por decirlo así, un espejo a la Humanidad; mostrar a la virtud sus propios rasgos, al vicio su verdadera imagen, y a cada edad y generación su fisonomía y sello característico. De donde resulta que si se recarga la expresión o si esta languidece, por más que ello haga reír a los ignorantes, no podrá menos de disgustar a los discretos cuyo dictamen, aunque se trate de un solo hombre, debe pesar más en vuestra estima que el de todo un público compuesto de los otros."
W. Shakespeare.
Hamblet, príncipe de Dinamarca. Acto III, Escena II
Soneto:
Pues que ni bronce o piedra o tierra o mar sin linde,
no hay brío que cruel mortalidad no tuerza,
¿cómo hermosura frente al furor que todo rinde
luchará, si no es más que de una flor su fuerza?
Oh, ¿cómo el dulce aliento del verano frente
le hará al embate de los días en balumba,
cuando ni hay torre inexpugnable ni valiente
puerta de hierro tal que al Tiempo no sucumba?
Negra visión: ¿en donde, ay, la mejor prenda
del Tiempo contra el Tiempo encontrará guarida?
¿Qué fuerte mano a su corcel tendrá la rienda?
¿O quien que su saqueo de hermosura impida?
Ah no, nadie; a no ser que, por milagro raro
mi amor en negra tinta esté luciendo claro.
W. Shakespeare.
Soneto LXV
"El mañana y el mañana y el mañana avanzan a pequeños pasos, de día en día, hasta la última sílaba del tiempo recordable; y todos nuestros ayeres han alumbrado a los pocos el camino hacia el polvo de la muerte... ¡Extínguete, extínguete, fugáz antorcha!... ¡La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena, y después no se oye más..., un cuento narrado por un idiota con gran aparato y que nada significa!..."
Macbeth.
Acto V, escena V.
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