Silencio en el camino que lleva a La Vega, ya pasado el pueblecito de San Pedro, cerca de la Iglesia de San Vicente que se recorta a lo lejos sobre los prados salpicados de robles y los bosquetes de eucaliptos
Silencio de neblina que cae lentamente sin llegar a cuajar del todo y las roncas llamadas de Morgana y sus hermanas que, vestidas con las plumas negras de la corneja, patrullan los campos sin cesar.
Una chica se baña desnuda en la playa de La Vega. El pelo largo, negro, el cuerpo hermoso. Se zambulle en las olas que vienen a morir a la orilla, dejándose mecer y arrastrar por ellas, jugando como una sirena.
Bullicio en la playa de Ribadesella. Turistas tostándose bajo el sol. Aquí todo es más prosaico, más banal, menos poético, menos romántico, más divertido…
Un grupo de críos de diez o doce años han clavado sus tablas de nadar en la arena y, parapetándose detrás, han excavado unas trincheras. A mano tienen las pellas de barro, grandes como manzanas, perfectamente esféricas, terrible munición… Son la atracción y la envidia de la playa, con su alegre y ruidosa guerra de bolas de arena húmeda.
Ribadesella 6/9/06
(C)Sugarglider
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