Una gota de lluvia relucía en el extremo inferior del lóbulo de la oreja de Estha. Gruesa, plateada a la luz, como una pesada gota de mercurio…
Hipno se ha colado en mi cuarto, y agitando suavemente las alitas de lechuza de sus sienes, planea en silencio sobre mí.
…Rahel alargó la mano, se la tocó. La quitó.
Estha no la miró. Se replegó en un silencio aún mayor. Como si su cuerpo tuviera el poder de dirigir sus sentidos hacia el interior (apelotonados, ovoides),…
Yo quiero seguir despierto, quiero acabar el capítulo del libro que me estoy leyendo, aunque la atención se me escapa y constantemente tengo que volver atrás sobre lo leído, para no perder el hilo de la narración (¿no es una falta de respeto tratar así la obra de una escritora reconocida?)
…Como si su cuerpo tuviera el poder de dirigir sus sentidos hacia el interior (apelotonados, ovoides), alejándolos de la superficie de la piel, hasta algún recoveco más profundo e inaccesible…
Hipno se sonríe y ataca con suavidad. Se me cuela dentro y me colma entero con una placentera sensación de abandono. Las piernas cansadas se vuelven más pesadas, los parpados se me cierran.
Intento abrirlos, se me cierran otra vez. Ya no puedo comprender las palabras que leo.
…alejándolos de la superficie de la piel, hasta algún recoveco más profundo e inaccesible…
El libro se me desliza de las manos, y queda abierto sobre mi pecho.
Me sumerjo en el placer mullido y oscuro de la inconsciencia.
Desaparezco.
…El silencio se recogió las faldas y, como la mujer araña, trepó ágilmente por la resbaladiza pared del cuarto de baño.
Lentamente.
Sin sentirlo.
Desaparezco…
Gracias a Arundhati Roy.
Por El Dios de las Pequeñas Cosas.
Y mil perdones.
Fue culpa de Hipno.
Y a Julio Cortazar.
Sin que me diera cuenta, ha estado todo el rato murmurándome al oído.
Uno de mis mayores placeres es abandonarme al sueño leyendo un buen libro.
Ya habrá tiempo de releer al despertar.
© Texto Arundhati Roy & Sugarglider. Foto: Sugarglider.
25/8/08
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