domingo, 15 de agosto de 2010

Warrambool.


Los primeros hombres llegaron a Warrambool hace miles y miles de años.
Venían completamente desnudos, con los dientes blancos y perfectos iluminando sus sonrisas y la piel negra brillando bajo el sol, húmeda del agua salada y el sudor de la travesía.

Los sabios dicen que aquellos fueron los primeros navegantes de la humanidad, los primeros entre todos los hombres que se atrevieron a cruzar el mar en sus débiles canoas de troncos ahuecados, estabilizadas con balancines a los lados, muy parecidas a las que aún hoy usan los papúes.
Nadie sabe exactamente de donde vinieron ni por qué dejaron su hogar y se lanzaron al océano en busca de la incertidumbre.
Nadie conoce con certeza como fueron los detalles de su odisea, ni si antes o después que ellos otros intentaron el mismo viaje y acaso perecieron entre las olas.
Su historia no está escrita, sino recogida en las confusas leyendas que, de boca en boca, se fueron transmitiendo a través de las generaciones y el aislamiento. Y en las figuras que sus chamanes pintaron en las paredes de arenisca roja y cuyo significado se llevaron con ellos a la tumba.

Se llamaban así mismos Narrinyeri, el Pueblo.
Cuando arribaron a las costas de Warrambool solo llevaban consigo sus sueños, sus miedos, sus alegrías y sus esperanzas, unos cuantos arpones de hueso y tres o cuatro hachas de piedra.

Tras sacrificar a sus dioses a un infortunado varano que patrullaba la arena blanca de la playa en busca de huevos de tortuga, se internaron en la selva y como el viejo Adán el Paraíso, fueron bautizando en su lengua a cada árbol, a cada peña, a cada monte, a cada arroyo y a cada criatura silvestre y poblaron las cimas inaccesibles de las montañas y los rincones más recónditos de los bosques de espíritus protectores o malévolos, porque, desde el principio, la humanidad ha necesitado desesperadamente comprender los misterios de la vida y de la muerte, y, en un vano afán por encontrar su propio lugar en el universo, ha creído inútilmente que dando nombres a las cosas podría ejercer algún tipo de dominio sobre ellas…

Extraido de la introducción al Breve Compendio Ilustrado de la Historia de Warrambool en 25 volúmenes del profesor Almendraino Svastopoulos.


3 comentarios:

Mar dijo...

Creo, que a lo largo de toda la historia de la humanidad, el hombre ha sentido la necesidad o la curiosidad de ir un paso más allá, de ir a lo desconocido. La gran pregunta es por qué.

Me gustan la historias que van de boca en boca con chamanes por medio. Le dan un toque de misterio...

Bss.

Sugarglider dijo...

"Cuatro cosas insaciables tiene el mundo:
La boca del cocodrilo es lo primero.
Las manos de los monos lo segundo.
El buche del milano lo tercero.
Y como nunca logra verse harto, el ojo humano siempre fue lo cuarto."

Lo recoge Kipling en el "Libro de las Tierras Vírgenes", pero creo que, en realidad, es u dicho popular de la India.

Bss.

Mar dijo...

Kipling debería haber invertido el orden de las cuatro cosas y poner la cuarta la primera, por méritos propios :)))

Bss otra vez.