Hoy ha vuelto a aparecer.
Esta vez ha sido a eso de las cuatro y cuarto, poco después de que la megafonía de la estación anunciase la llegada de los autobuses procedentes de Yarandoo, Pimpala y Wongguri Creek. Aunque no creo que viniera desde Wongguri Creek, porque el autobús de Wongguri Creek llega a las cuatro y cinco a la dársena numero 86, y desde la dársena 86 hasta la tienda de discos tiene, al menos, veinte minutos andando con dos tramos de escaleras mecánicas.
Claro que puede tomar el ascensor… pero aún así, hay más de diez minutos desde la dársena 86.
No, yo creo que viene de Yarandoo o de Pimpala.
Hace seis meses que apareció en la tienda por primera vez.
Ya había anochecido, y yo estaba charlando en la puerta con Gustavo, el cocinero mexicano del Albatross Bar, que en ese momento salía de su turno, tan cocido como siempre, así que debían ser eso de las seis y media.
Entonces apareció, alta y morena, arrastrando su maleta azul. Llevaba un gorro blanco de lana y un abrigo verde a cuadros. El pelo negro le ondeaba al caminar y sus piernas, enfundadas en aquellas medias negras, asomando por debajo de la minifalda… ¡Que piernas! Hasta a Gustavo se le pasó el pedo de golpe.
Yo pensé que pasaría sin más (estaban anunciando la salida del autobús para Eleebana desde la dársena 25 justo en ese momento), pero no. Se detuvo ante la puerta y sin soltar la maleta, trató de quitarse el mp3 y guardarlo en el bolso que llevaba en bandolera. Al inclinarse, el bolso se le deslizó por el hombro y al tratar de sujetarlo, soltó la maleta que se golpeó contra el suelo.
Corrí a recogérsela, y ella me dio las gracias con una sonrisa y entró en la tienda.
-¿Tienes algo de Rammstein?
Bien, Rammstein es uno de mis grupos favoritos. Kruspe hace magia con la guitarra y la batería de Scheneider es sencillamente sensacional.
-Sí, en esa esquina de la derecha.
-Muchas gracias.
Reise Reise, Rosenrot, que está basado en un poema de Goethe, y sobre todo, Dios, sobre todo Haifich.
Que conciertazo.
Berlín, octubre del 99, con mi amigo Marco, el italiano. Dios, aquello fue grande. Os juro que se me saltaban las lágrimas, y a mí sí que se me veían… pero me daba igual.
Haifich, que grande.
Bertol Bretch, allá donde estés, te puedes sentir orgulloso.
De verdad.
Haifich.
-Creo que me llevo este, muchas gracias.
Paco de Lucía.
-Son seis noventa y cinco. Muchas gracias.
-Gracias. Hasta pronto.
Paco de Lucía. Eso fue en el 92, en la Expo de Sevilla, la Segunda sesión del Festival de Leyendas de la Guitarra.
El Concierto de Aranjuez, El Pañuelo…
Otro grande.
Nunca había estado en España, pero mi madre tiene allí una tía a la que no veía desde antes de casarse, y aprovechamos la ocasión.
Paco de Lucía, sí señor.
Cerrar los ojos y sentir como te acarician las notas de su guitarra, como te envuelven, te rodean, se te meten hasta dentro y te tocan el alma. Qué maravilla... aunque debo confesar que me sorprendió un poco aquel cambio tan brusco de preferencias.
Pero el caso es que daba igual el disco que se llevara: había dicho “hasta pronto”. No “adiós”, si no “hasta pronto”.
Y efectivamente, apareció al mes siguiente y me preguntó por Chet Baker, aunque luego se llevó un disco de Metallica.
Un mes después vino buscando a Roxette y se fue con Jobim (¡ah! La Garota de Ipanema) y finalmente llegó preguntando por Nelly Furtado pero acabó comprando el libro CD de Jordi Savall y la Dinastía Borgia.
Esa vez, por lo menos, dejó pasta.
Pero en dos meses no volvió a aparecer.
Es que el disco de Savall no es baratito, no.
Lo vale, pero menudo agujero te deja, sobre todo con los tiempos que corren.
O a lo mejor fue lo de la llamada de teléfono.
Porque ese día le sonó el teléfono en la tienda y se le iluminó la cara.
Vaya, que es una chica muy agradable, siempre sonriente. Pero la sonrisa de aquel día… que me dio mal rollo, vamos, que era una sonrisa muy especial.
No, si al final va a tener novio.
Bueno, y si lo tiene, ¿por qué me molesta?
Porque yo creo que… algo me molesta.
A lo mejor Sanjai, el taxista hindú, que se pirra por Asura y el Vedic Metal, tiene razón al decirme que, si me gusta la chica, podría intentar entablar conversación con ella. Intentar ir más allá del buenos días, buenas tardes, en la estantería de la derecha, no, en la del centro, diez con noventa, muchas gracias, hasta otro día…
Ayer precisamente Sanjai me decía, tío de lo único que tú sabes hablar es de música, y a esa chica le encanta la música, le apasiona la música. La tienes en el cazo con que sólo empieces a contarle todo lo que sabes.
Y si no va, pues mira, a otra cosa.
Eso me lo decía Sanjai ayer.
Y hoy ella ha vuelto.
Esta vez estaba seria. Casi ni ha saludado al entrar, y se ha ido directamente a curiosear en las estanterías, sin preguntarme nada.
Y cuando me he acercado para ofrecerle el último disco de Nora Jones, ha sonado la megafonía.
-Viajeros con destino a Kilpaly, dársena 45, viajeros con destino a Puerto Natán, dársena 66.
-Perdona, tengo prisa.
Y se ha ido.
Arrastrando su maleta azul.
Y con la melena negra ondeando al compás de su caminar.
Y yo me he quedado mirándola y lamentándome y… ¡que diablos!, Sanjay tiene razón. El mes que viene la entro con una primicia: el último disco de los Relapsos de Wisconsin, que saldrá a primeros.
No es Rammstein, pero son realmente buenos, no están bajo sospecha de filonazismo y el batería era compañero mío del colegio.
Y, además, es un regalo.
¿Qué te parece?
Si vuelves…
Estarás ahora sentada junto a la ventana del autobús, apoyada contra el cristal, sosteniendo en la mano tu mp3 cargado de música, mirando el paisaje que se desliza ante tus ojos.
¿Hacia dónde vas?
¿De donde vienes?